El protagonista es un director de cine español, Alex Franco, que presenta su primer largo en Cannes y que es acusado por la crítica española de seguir la cuerda de directores como Tarantino, Haneke y Fincher. La novela en su estilo, ritmo, personajes y argumento podría tener su equivalente en los largos diálogos sin sentido, la violencia y la representación más infantil de la mentalidad nortemericana de Jackie Brown. La violencia y sexualidad explícita o sugerida pero insertada dentro de la normalidad hasta llegar al absurdo de Funny Games. Y la difícil distinción de lo real, las conspiraciones y el juego en manos de otros de The Game.
Pero lo anterior es una recreación, no se nombran esas películas en el libro y es un pequeño juego comparativo. En cambio la novela está dividida en tomas e insertos y no en capítulos, con nombres tan cinematográficos como "Spanish graffiti", "Providence confidencial" o "La última tentación" entre otros muchos, incluso el motivo principal Providence (además de ser un film de Alain Resnais que al parecer toma, de alguna forma, la figura de H.P. Lovecraft; no la he visto y no puedo opinar) es nombrado como Providenz, que nos lleva directamente a Existenz de David Cronenberg, sus juegos y sus mundos "jugables". Abundando en estas referencias, Alex Franco cuando está narrado en primera persona, tiene la costumbre de invocar un Vade Retro a directores de cine, entre ellos, John Waters, Larry Clark, Win Wenders, Joseph Losey, Bernardo Bertolucci... y Steven Spielberg. Todas estas referencias tienen su motivo siguiendo un patrón justificativo en lo que acontece en la novela.
Alex Franco da clases de cine en la universidad de Brown, y es curioso leer cómo defiende el cine mainstream, de calidad, estadounidense (Scorsese, Eastwood, Spielberg) en contra del autorismo europeo, y cómo sus alumnos, por contra, le ven como un fiel y arcaico cahierista sin ninguna capacidad para entender el cine experimental. Lo cual el autor no parece negar, al dotar de importancia a la admiración del personaje hacia Spielberg, que tiene dos extensas referencias en el libro, una sobre un guión erótico de E.T. y otra sobre una versión violenta, sexual y gay de Tiburón ("el gran blanco"). Quiero incluir aquí la revisión de un relato de sexo con una mujer policia que me recordó poderosamente a esta secuencia de Teniente Corrupto con los papeles cambiados.
Si hay dos ingredientes abundantes en la novela estos son el sexo y la alucinación. Respecto a este último, y también nombrado en el libro, resulta perfecto el universo de David Lynch. Esta secuencia de Carretera Perdida es la mejor muestra para describir la sensación que me produjo pasar las páginas.
Respecto al sexo, es tan constante y explícito que diría que ahora mismo no podría rodarse una película con un guión así. Tendríamos que tener una mezcla entre un Russ Meyer liposupcionado y europerizado y un Paul Verhoeven sin límite presupuestario.
Además la novela encajaría con muchos más personajes, películas y secuencias, algunas de fácil identificación y otras producto de mi imaginación: Robocop, Kika, Crash, La guerra de las galaxias, Tron...
Y con otros personajes y situaciones más reales: 11-S, terrorismo, manipulación, vídeoespía, miedo, paranoia, sectas, racismo, drogas, revoluciones... y con todas las películas que hablan sobre estos temas.
Foto: No es Lovecraft, es Meyer. Falta warholizarlo.